¡Ay los patos, los patos! Los hay, mejor dicho, los había, a cientos, tal vez a miles, hay quien dice que a miles no llegaban, pero que de mil novecientos pasaban. Los hay, mejor dicho, los había, blancos, negros, pardos, pintos, tintos y retintos. Había casas que tenían mas de 100 patos, y por la mañana temprano todos al río a pasar el día, que era donde mejor estaban y menos gastaban. Al anochecer, ellos solitos volvían cada uno a su casita, con la tripa llena de insectos, caracolillos, lombrices, pececillos. ¡Y todo fresquito!
A pesar de la fama que tienen los patos, por lo del bebedero y a pesar de los muchos patos que había, era entonces cuando más limpio estaba el río, y más pesca había. En Víllodas había familias que obtenían una buena parte de sus ingresos del río Zadorra, de lo que pescaban, que luego vendían en Vitoria. Tenían sus barcas, sus redes, sus cañas, sus cestas, sus mimbres, la remanga, los reteles,... Algunos eran artesanos, como Julián, que además de pescar hacía cestos y redes. El río daba comida para todos, no había familia que no tuviera sus útiles de pesca. Se pescaban barbos, loinas, anguilas, ranas, cangrejos, mermejuelas. Para pescar no hacía falta ni mojarse el trasero. Los domingos, nada mas salir de misa, muchos se cogían la remanga y a por mermejuelas al río. ¡Que ricas estaban en tortilla, con aquel vino tinto de pellejo que nos traía Gorbea! Algunos, para pescar, desde el mismo puente lanzaban la caña. En ocasiones la pesca se guardaba en el mismo río, en grandes cestos, esperando el momento de llevarla a Vitoria, al mercado.
Había pesca todo el año, porque luego venía la temporada de caza allá por el verano, casi al mismo tiempo que la siega; primero la codorniz, también la perdiz, alguna liebre de vez en cuando, conejos en el monte, luego la tórtola, la paloma, y el jabalí. Bueno esto ya lo dejamos para otro día, porque también podríamos hablar del raposo, del tejón... También nos han hablado del lobo y de cómo se defendían las yeguas y las vacas del lobo en la Sierra de Badaya, pero esto lo contaremos en el apartado correspondiente. Se puede decir sin temor a equivocarse que en Víllodas pasaba como en Briviesca: El que no caza, pesca. Y los patos por lo que parece también pescan.
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Particularmente el pato, es un tipo extraordinario, ya que nada de maravilla, bucea todo lo que quiere, vuela que es un primor, y andando se defiende. Cuantos quisieran estar tan capacitados como los patos lo están para la vida moderna.
Lo que pasaba con los patos era que todo el mundo los tenía para sacarles rendimiento, mas que a los fondos de inversión esos que hay ahora. Cada pata ponía un huevo casi a diario y los huevos de pato, perdón, los huevos de pata, ¡manda huevos! son grandes, muchos venían con dos yemas. Nadie permitía que una pata se fuera al río, a pasar el día tan tranquila, sin cumplir con su obligación de poner su huevo diario.
Mas o menos, todo el mundo conocía a sus patos, o mejor a sus patas, como los pastores conocen a sus ovejas. Después de una vuelta por el cuarto de los patos, ya se sabía que patita no podía irse de rositas sin poner su huevo; pero claro, no siempre era infalible el huevo diario y había que comprobarlo. Para hacerlo si que había un procedimiento infalible y no era otro que introducir el dedo corazón del encargado(a) del control de producción por determinado orificio por donde las patas ponen huevos, que es el mismo por el que hacen otras cosas. Si se tienta duro por dentro, es que había genero pendiente en última y definitiva fase de producción, así que: patita, tu no te vas al río, castigada hasta que hagas las tareas. Podían ser varias las patas que no entregaban el pedido a su debido tiempo; ellas no entendían lo del control de producción.
Los que tenían suerte eran los patos, que nunca pasaban ningún tipo de control. ¡Que machista es este mundo de los patos!. Pero también pasaba que algunos días había demasiado trabajo pendiente, o se llevaba acumulado algún retraso en otras tareas propias de una casa de labranza, o era domingo y había que arreglarse para ir a misa, que ya las campanas estaban tocando, o también podía suceder que una vaca se había puesto a parir en ese momento y había que estar al tanto, o simplemente que urgían mas unas tareas que otras en ese momento. Se hacía lo que ahora llaman algunos, replanificación o reingeniería de procesos, incluso se hacían estudios de viabilidad sobre la marcha, y comparativas precio/calidad. Sucedía entonces, ... que sin necesidad de reunir al Comité de Decisión, ni al Gabinete de Crisis, se abría la puerta del corral de los patos y hoy todo el mundo al río tan contento. Con control o sin control, los patos bajaban al río pitando, por si les hacían otra vez la prueba del dedo. Y como en Víllodas hay muchos caminos y calles en cuesta, Víllodas es un pueblo pequeño, pero está muy extendido, a la menor, todos los patos a volar para llegar antes al río, el espectáculo era impresionante, y además a diario. Había incluso quien, sobre todo niños, les achuchaban un poco para que emprendieran vuelo. Era la primera tarea antes de ir a la Escuela, que también tenía su emoción.
Naturalmente así no terminaba la cosa, porque las patas que no habían cumplido con la hora de entrega de su preciado bien y por razones de tipo empresarial se habían librado del control, terminaban depositando el blanco huevo fuera de casa, en lugares secretos, auténticas reservas en las orillas del río con la mas tupida vegetación, y con preferencia para tomarse la revancha de lo que a algunas les hacen a diario, cumplían su cometido en las isletas varias que había en mitad del río, donde podían estar mas tranquilas y a sus anchas.
Allí cada pata a solas consigo misma. Por cierto, cuando había riada los patos no bajaban al río, y las islas se perdían, pero de riadas se habla en otra parte. La producción era la producción, y no se debe dejar sin cosechar ni un grano, o mejor ni un huevo y a los niños nos encantaba ir al río en busca de los huevos que habían puesto las patas que se habían escapado sin poner en casa, que como estaban en el entorno del río daba igual que fueran de las patas de tu casa o de las del vecino. De paso, según la época del año, también caían caracoles, nueces, setas, moras, pacharanes, alguna manzana del huerto del vecino y en Mayo flores para casa, para que la madre o la abuela las pusiera en un jarrón en la mesa del salón donde se comía los domingos.
Osea, que desde que terminaba la escuela, hasta la hora de la cena ya nos habíamos ganado la merienda; de la merienda mejor no hablamos, que se hace la boca agua. ¡La de cosas que había en el cuarto ese que estaba al lado de la cocina! Todo era maravilloso, todo marchaba como en una fábrica, aunque en las casas no había ingenieros, todo de cine, aunque tampoco había cine. Hasta que un día los ingenieros de verdad se pusieron a levantar fábricas en Vitoria y el río ya no bajaba con aguas claras, y empezaron a desaparecer los barbos, las loinas, las anguilas, las ranas, las mermejuelas, los cangrejos y los patos, sobre todo los patos. Y así pasó año tras año. Afortunadamente las cosas han cambiado y Vitoria está muy guapa. El río ya baja claro, aunque pesetas y berrinches nos han costado, hasta que por fin un día en el río aparecieron dos fochas, cuatro pollas de agua y dos patos. No sé si reír o llorar, no sé si ya estamos salvados. Los patos se dejan ver, las pollas de agua no tanto, las fochas cambian de sitio y a veces se van para largo. Río abajo hay patos salvajes, ¡pero hay que mirarlos con cuidado!
En esta nueva era del Zadorra, algunas mujeres de Víllodas dejaron patos en el río para ver que pasaba y se llegaron a ver hasta nueve patos, pero ahora solo quedan tres. Y lo que pasa, es que ya nadie tiene patos en su casa, como quien tiene gallinas y los patos nuevos viven todo el día en el río. Entre ellos se entienden, se llevan bien e intentan procrear; resulta que los huevos que ponen, que no tienen costumbre de vigilarlos constantemente, se los comen las culebras. ¿Cómo se arregla esto?, Pues robándoles los huevos para que no se los roben las culebras y que los críen las gallinas. Y como en el cuento del patito feo, las gallinas nos darán patitos. También su puede soltar mas patos al río, que haya muchos mas patos que culebras y luego ya veremos. Sea como sea, hay que estar muy atento, trabajárselo, dedicarle tiempo....
La idea de robarles los huevos a las patas y que críen las gallinas está en la mente de las mujeres de Víllodas, a ver si lo consiguen. ¡Animo, mujeres de Víllodas! Que las mujeres siempre ganan y cuando no ganan, empatan.
Por llegar hasta los patos de Víllodas, te presentamos el juego del ping-pong. Primero hay que pulsar con el ratón dentro de la cancha. El jugador de la izquierda, paleta roja, utiliza, las flechas "arriba" y "abajo", mientras que el jugador de la derecha, paleta azul, utiliza las flechas "izquierda" y "derecha". Se puntúa por cada vez que se "golpea" la bola.
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La regeneración del río Zadorra va en serio Los patos y las patas, se multiplican
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