Víllodas [Alava, Euskadi, España]. Población de la provincia de Álava perteneciente al municipio de Iruña de Oca situada a 528 m de altitud.
Patrimonio Artístico: Iglesia de San Cristóbal, donde la portada es del siglo XVI, la torre termina en espadaña, el coro tiene la balaustrada de piedra y los retablos son renacentistas. Ermita de San Pelayo, conserva una imagen de Santa Catalina, posiblemente del convento de Santa Catalina.
Sin mas, les invitamos a dar un primer paseo por la villa, aunque podrán llegar mas lejos si lo desean, visitando las páginas que aparecen en el índice, a su izquierda.
La casa del reloj y del maestro
La casa del Cura y el Juego Bolos
La Escuela
La carretera de Castilla
En esta casa, Sigue en pie, pero ya no es la Casa del Maestro; situada muy cerca de la escuela, vivían los maestros que por Víllodas han pasado. Aún hay quien se acuerda de Don Macario, la Srta. Nati, y muchos más habrá que se acuerden de la Srta. Ana Mari. En esta casa se instaló el primer teléfono que llegó a Víllodas, que como es natural era de su época, es decir, que no era ni móvil, ni digital, ni inalámbrico. La casa tiene adosado un amplio despacho donde se celebraba concejo de vecinos, por lo que también podríamos considerarla como el Ayuntamiento. De todas formas, lo más peculiar de esta casa es el reloj, no hay otro igual en ningún pueblo cercano, con un buen mazo metálico a modo de martillo y una buena campana, que francamente sonaba de maravilla. Daba las horas, las medias, y también el Angelus. Se oía desde más arriba de la carretera de Castilla. (tenemos una cita en la carretera de Castilla, no se lo pierdan). En otros tiempos un reloj de pulsera o de bolsillo, era un lujo, y claro, nadie se lo llevaba al campo, el mejor reloj era el estómago, el sol, y el reloj de la Casa del Maestro.
Pero ya no funciona y hay que arreglarlo, por que ya no da las horas, ni las medias, ni el Angelus, y sería maravilloso que sonara de nuevo, está claro que falta algo, no sé a que estamos esperando. Ningún reloj de iglesia, de torre o de Ayuntamiento de los pueblos próximos funciona, y eso así no puede seguir.
Para compensar tan sensible pérdida, y hasta que el Ayuntamiento resuelva este asunto, vamos a colocar aquí un reloj y el que quiera, ya sabe donde enterarse de en que día vive, y si es la hora del almuerzo o si aún hay que esperar un poco. Pero ciudado, no sea que el que no esté en hora sea el reloj de tu ordenador.
En el despacho de la Casa del Reloj, al final del curso escolar, la Srta. Ana Mari reunía a sus alumnos para organizar la fiesta de fin de curso, que era más o menos la Fiesta Mayor. En realidad, la fiesta solo consistía en chocolate con galletas y poco más. Antes una excursión al prado de San Juan a recoger flores para la Virgen en el mes de Mayo, para la Iglesia de San Cristóbal y para la Ermita de San Pelayo. Eran días de excursión, no había colegio y había alegría a raudales. La casa del Reloj sigue en pie, pero tengamos presente que el reloj no funciona, esto no puede seguir así,... ¡esto hay que llevarlo al concejo!
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El Juego Bolos ha experimentado transformaciones, antes estaba muy bien situado, en línea con la fachada principal de la casa del Cura, que por cierto, ya no es del cura. Esta casa también ha experimentado transformaciones; en su momento fue el Teleclub de Víllodas, la T.V. entonces era en blanco y negro, solo se abría el Teleclub los domingos después del Rosario. Y si de Curas hablamos, nos referimos a D. Joaquín claro, que casó a nuestros abuelos, bautizó y casó a nuestros padres, nos bautizó a nosotros y nos dio la Primera Comunión. También nos ponía las inyecciones. Naturalmente que ha habido curas después de D. Joaquín, como D. Eusebio por ejemplo, que organiza excursiones y mil historias, y atiende a varios pueblos, pero D. Joaquín era solo de Víllodas, tenía casa en el pueblo, era de toda la vida. A D. Joaquín de vez en cuando le hacíamos alguna trastada en la Sacristía, incluso en su casa, si nos atrevíamos a entrar, porque por dentro era un poco rara, con libros muy gordos y siempre con gallinas entrando y saliendo de la casa. Decían los mayores que antes de irse uno a confesar con D. Joaquín, él ya sabía tus pecados, y así era más fácil, te hacía alguna preguntilla por si se te olvidaba algo, y así salía uno limpio totalmente; las penitencias eran..., bueno, vamos a dejar el tema de las penitencias. Lo que está claro es que era un bendito y no se como nos aguantaba.
El Juego Bolos de antes tenía buenas sombras, y buenos troncos en todo su contorno a modo de asiento. Los bolos y las bolas siempre estaban en casa de D. Joaquín. Una partida de bolos era lo más socorrido que había para los domingos después de misa; los mayores echaban sus partidas, a los niños nos mandaban al bar a por porrones de vino con gaseosa, cerveza con gaseosa o vermut con gaseosa. Si además colocábamos los bolos y devolvíamos las bolas, nos dejaban empinar un poco el porrón, pero sin chupar del pitorro, por eso lo pedían todo con gaseosa. ¡Que rico que estaba aquello que tenía el porrón! a veces lo acompañaban con aceitunas, anchoas, cacahuetes y hasta banderillas. Veíamos la partida, nos dejaban tirar una bola de vez en cuando, aunque no había quien pudiera con aquellas bolas tan grandes, y a veces al final nos daban una propinilla, todo perfecto para pasar la mañana del domingo, aunque había otras formas, como ir al rio, a pescar, a darse un chapuzon, o ver como otros pescan y se dan un chapuzon, y hasta la partida de mus, aunque esto mejor para la tarde o casi la noche. En un pueblo, hay siempre muchas cosas que hacer, aunque algun ingnorante no se lo crea; pero claro, para eso hay que ser de pueblo, y eso es algo que no esta al alcance de cualquiera.
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Esta es la única forma de sacar una foto de la Escuela, sin que se vea el anuncio de una conocida marca de cerveza. Si estamos hablando de cerveza, es porque la Escuela, ya no es lo que era, ahora es Centro Social "Bar Txoko". Cada vez que uno entra en ella (en el Centro Social "Bar Txoko"....), los recuerdos vuelan. Uno la recuerda enormemente grande y te das cuenta de que es mas pequeña. Al entrar en la escuela, te encontrabas con una pequeña salita a modo de recibidor donde colgábamos los abrigos y las bufandas, en esa salita había una puerta que daba una habitación en donde se almacenaba la leña para la estufa que nos calentaba en el frío invierno. Una vez se accedía a la sala donde se daba clase nos encontrábamos con varios pupitres donde nos sentábamos todos los chicos del pueblo, niños y niñas de todas las edades y tamaños. El maestro se sentaba en una mesa elevada por un altillo y nos enseñaba geografía con mapas y con un globo terráqueo, y el cuerpo humano con un esqueleto que teníamos en clase. Había otro cuarto con material escolar, donde solo entraba el maestro.
Juegos y alboroto, pero a los mayores lo que mas les gustaba era organizar peleas entre los más pequeños, para ver quien apuntaba ya a ser el más bravo.
Ya no siguen todas estas cosas, pero eso sí, sirven buenas tapas y buena cerveza.
Hemos quedado que nos veríamos en la carretera de Castilla. La carretera de Castilla era de una sola calzada, llena de árboles a ambos lados, con una sombra espléndida: una carretera de las de antes, una carretera ideal para carreras ciclistas. Para cruzarla con el carro y los bueyes, había que tener un poco de cuidado. A los pequeños de la casa nos llevaban a principio de verano, para ayudar en la siega. En la siega el entretenimiento mayor, era ver correr llenos de espanto a los ratones, ver como saltaban las perdices y codornices, y como gozaba de todo ello el perro. Siempre había un chaval que se dedicaba a contar los coches que pasaban. Había días que en toda una tarde se contaban hasta ciento y pico, contábamos también los camiones, y los vehículos que pasaban en cada sentido; vamos, que para llevar bien las cuentas hacía falta un par de chavales buenos en matemáticas.
Pero lo mejor de todo era cuando pasaba la Vuelta Ciclista, había que saber el día que llegaba, y ese día no había duda, a segar a la carretera de Castilla. Jesús Loroño siempre entre los primeros, y casi siempre en compañía de un belga. Desde que empezaba la caravana, todos a la carretera, a los bueyes también les venía bien el paso de la Vuelta.
Hay un espacio de tierras de cultivo entre la carretera de Castilla y la vía del tren, y otro entre la vía del tren y el río Zadorra. Había un camino que pasa por un pequeño túnel debajo de la vía férrea, por donde además también pasaba un pequeño arroyo, allí siempre había agua y una fuente muy rica. Aparte de ver pasar la Vuelta y los coches, teníamos otro espectáculo: ver pasar el Talgo y los trenes de mercancías, contábamos los vagones que llevaban, muchos de ellos cargados de trilladoras, segadoras, ablentadoras, mucha maquinaria agrícola, y algunas cosas no reconocibles, y ¿qué será eso?, ¿para qué servirá lo otro? nos preguntábamos, ¡hay que ver lo que inventa el hombre blanco!. De todas formas, la emoción mayor era correr al túnel cuando pasaba un tren largo, y aguantar el ruido a lo bravo. ¡Qué suerte tienen los chavales de Vitoria, que tienen un puente de hierro en el Paseo de La Senda!
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Bueno, bueno, ¡ Como se se está poniendo Víllodas ! Víllodas +
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